Ernesto Guevara, “Che”, representa un modelo de rebeldía para la juventud de todo el mundo, siendo su figura el arquetipo moderno de revolucionario.

La imagen del Che algo desaliñado con la mirada en el infinito dándole un aspecto entre intelectual y soñador, y la gorra en la que destaca la estrella roja, se ha convertido en uno de los iconos más reconocibles del siglo, identificándose con inconformismo, antiimperialismo, rebeldía y en definitiva con todas aquellas posiciones que desde una visión más o menos de izquierda necesitan un símbolo que abandere su lucha contra el sistema actual.

Lo cierto es que a nivel general poco se sabe del Che, más allá del tópico que le define como revolucionario protagonista en el derrocamiento de Batista en Cuba junto a Castro; comunista y propulsor de las guerrillas y movimientos de liberación nacional como forma de luchar contra los sistemas impuestos.

Se le ha presentado como ejemplo de alguien culto, intelectual, que lo deja todo por luchar junto a aquellos que buscan liberarse de un yugo (principalmente el imperialismo norteamericano y el capitalismo).

Esta imagen del Che es la más conocida y publicitada, creada después de su asesinato en Bolivia.

Sin embargo, el Che es al mismo tiempo el símbolo de su propio fracaso. De la inutilidad de la violencia en el siglo XX como medio de emancipación nacional o social.

De todas las guerras en las que participó solo en una salió victorioso, en Cuba, que acabó convirtiéndose en una dictadura. Otras, como el Congo o Bolivia, fueron fracasos estrepitosos.

Hay otros ejemplos mucho menos románticos que Ernesto Guevara, pero con mucho más éxito en sus luchas por la independencia de sus pueblos o por los derechos de estos, como Gandhi, Mandela o Aung San Suu Kyi (en plena actualidad por Birmania, donde también están siendo ejemplo sus monjes).